lunes, diciembre 10, 2007

Comidas de Navidad

¿Qué actitud debe tomar el rancio ante esa nefasta moda de las comidas de Navidad? ¿Asistir o no asistir? ¿Participar en la juerga o abstenerse de contar chistes imitando a Chiquito de la Calzada? ¿Un rancio debe quitarse la chaqueta y afljarse el nudo de la corbata en momentos así? ¿Es lícito darle al trago largo mientras se le tiran los tejos a la compañera de turno que está para mojar pan y que lleva un escote de vértigo?

Preguntas imprescindibles para el desarrollo de la rancia civilización occidental...

13 Comments:

At 4:36 p. m., Blogger orfila said...

Lo de las comidas de Navidad es una moda que pasará, al menos eso espero.

Paso a relacionar comidas / acontecimientos culinarios a las que puede (y debe) ir un rancio como Dios y su bendita Madre (vease Macarena) mandan:

1.- Almuerzo de Hermandad: como remate de la Función Principal de Instituto. Han de celebrarse en un hotel céntrico. Nada de pueblos y barrios plebeyos.

2.- Pescaito de costaleros: debe acudirse en caso de ser costalero, sacapasos, súbdito de Villanueva/s o Santiago/Sanguino o miembro o allegado a la Junta de Gobierno de la Hermandad en cuestión.

3.- Comida antiguos alumnos: el rancio debe celebrar como mínimo 2 al año. En los casos de haber cursado EGB y BUP/COU en distintos centros, el número ascenderá a 3, siendo la tercera la de los compañeros de estudios universitarios.

4.- Comida reunión caseta de Feria: la asistencia a esta comida es opcional, si bien es recomendable. Caso de no ser socio de la caseta, hay que procurar sin que se note ser invitado a un par de ellas y no declinar dicha invitación, también sin que se note mucho.

5.- Comida con motivación/base/pretexto rociero: la asistencia a las mismas ha de ser siempre suficientemente motivada y a ser posible, en Sevilla capital.

Resumiendo, como norma general en Navidad un rancio solamente puede acudir a comidas de los puntos 2, 3 y 5; habida cuenta de que el resto raramente se celebran en esta época.

Es más, el rancio de ley, ha de inventar cualquier excusa para evitar ir a cualquier comida de navidad propiamente dicha.

Saludos.

 
At 7:37 p. m., Blogger Diego Romero said...

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At 7:39 p. m., Blogger Diego Romero said...

Un rancio debe de evitar siempre las comidas navideñas, porque la carne es débil, y los escotes de vértigo, las copas largas y el karaoke, son armas que las carga el diablo. Pero la peor arma entre todas, son los telefonos móviles de última generación, con los que te pueden hacer una película que ríete de "La Naranja Mecánica".
Y sólo de imaginar que esa película telefonera caiga en manos de alguien de la oposición de la Hermandad, es para pensárselo.
Así que fiestas: las de casa, queridos rancios. Que la única que te ve con malas intenciones es tu suegra, pero como la pobre tiene "arseime"... "po no pasa ná".

 
At 3:03 p. m., Blogger Ranzzionger said...

Siempre hay que tener mucho cuidado con las comiditas navideñas, que los móviles 3G (de guasa) los carga el diablo.

 
At 7:25 p. m., Blogger el escritor escondido said...

El rancio no va a comidas de Navidad. Eso sí, celebra el Adviento con frenesí. Salu2.

 
At 12:57 a. m., Blogger juanjose said...

Pues ¡claro!, el rancio acude a las comidas de Navidad porque hay y puede haber pille. El rancio se apunta a la moda: época de reuniones, roces, karaoki, achuchones y mucho dale a la zambomba y menea el carrizo.
Cada cosa a su tiempo y los nabos en Adviento, acierta el refrán.

 
At 6:59 p. m., Blogger eres_mi_cruz said...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

 
At 7:10 p. m., Blogger eres_mi_cruz said...

La vomitona.

Verídico
Manuel era un rancio tranquilo. A sus 65 años y después de trabajar 45 en la misma empresa, tarareando marchas y quemando incienso en sus ratos libres, le había llegado el momento de jubilarse; y aquella comida de Navidad iba a ser la reivindicación de su existencia...
Don Ramón, más conocido entre sus trabajadores como don mamón o simplemente mamoncete, era el nieto del primer jefe de Manuel, Don Ezequiel, fundador de la empresa hoy dedicada al hormigón gunitado a presión... pero que empezó siendo una alpargatería...

Para Manuel, Don Ramón era un niñato de esos a los que no les falta un laurel: gafas gigantes, todoterreno gigante, corbata gigante, reloj gigante, poros gigantes... que se cuidaba, vamos... ¡lo que se dice un parguela!...
Después de muchos años haciendo de mayordomo y prioste de su jefe, Manuel no es que sintiera odio... más que odio... lo que pasa es que...
¡le daba mucho coraje!...

El plan era redondo: este año y para la ocasión, Manuel estaría sentado a la diestra de mamoncete y cuando éste le cediera la palabra...
le vomitaría en la pernera...

Transcurría el ágape dentro y fuera de los límites de la decencia, como es normal en estos casos, y antes de que los discursos dieran paso a la degeneración progresiva y a la decadencia...
Manuel estaba muy nervioso; Don Ramón se había ausentado de la mesa y nadie sabía de su paradero...
De repente, algo sobresaltó a las empleadas... algunas se levantaron y desaparecieron de la escena para, acto seguido, volver sujetando a Mamen, que parecía mareada, pálida y destartalada...
melopea considerable, vómito reciente...

Mamen llevaba poco en la empresa; era una chica con talento y muy ambiciosa, pero principalmente tenía un ombligo perfecto a la altura del pecho de Don Ramón...
y aquel día se había vestido para enseñarlo...

En medio de la vorágine a Manuel lo llamaron al móvil... ¡era Don Ramón!...
-Manuel, tiene que ayudarme... estoy en el servicio de caballeros y me han gunitado la bragueta... venga enseguida...-
Mejor ahorrar detalles. Lo que en principio parecía el fin de su plan, se convirtió en catalizador para su lado más oscuro: el rancio retorcido...
-Tome, Manuel, veinticinco mil pesetas... ya estará abierto Idígoras... ande, cómpreme un pantalón, una camisa y unos calzoncillos, y tráigamelos lo más rápido posible... no pierda la calma... ¡ah!... y no ha visto nada.-
Manuel, prioste de vocación, apuró el fajo con un gusto exquisito... y volvió presto.
-¿No hay vuelta?... ¡para salir del paso, Manuel... para salir del paso!...-
Manuel y Don Ramón, impecable, volvieron con naturalidad a la mesa pues...
había llegado el momento de los discursos...
y Sevilla... eeeeeeeeh eh eh eh eh...

Sevilla siempre será un circo de tres pistas.

 
At 7:12 p. m., Blogger Reyes said...

Temiendo estoy a que llegue la que me obliga a vestirme de mujer...

 
At 11:57 a. m., Blogger eres_mi_cruz said...

¡dama!
me ha dado una idea...
¿por qué no prueba a vestirse de húsar?...

Todos deberíamos reivindicar nuestro incomodo en estas comidas asistiendo vestidos de húsar...

¡¡¡orténticos húsares rancios!!!

 
At 4:34 p. m., Anonymous Anónimo said...

La mejor manera de reivindicar nuestro incomodo es no ir.

Se empiezan haciendo comidas de Navidad a las que uno asiste gustoso porque acuden amigos, compañeros del colegio o la universidad que no ve en meses y se acaban organizando comidas de Navidad en plan coñazo y que no te apetece ir ni gratis y que además tiene varios efectos negativos: para el bolsillo, para el estómago, para el hígado, para la reputación (malditos teléfonos con cámara)...

 
At 12:24 a. m., Blogger Jordi de Triana said...

Y llegó el día de la comida de Navidad. Manuel el contable, hermano del Amor y Pasión, realiza el penúltimo pase de apuntes del ejercicio. En el fondo de escritorio de su PC se adivina, entre una nube de incienso, el dulce rostro de su Cristo del Domingo de Ramos, se escucha de fondo la marcha Virgen del Valle, para él no existe otro Plan Contable que el de las marchas clásicas que acompañan el son acompasado del teclado y los racheados movimientos del ratón. Manuel es ajeno a una trama que va tomando cuerpo y que termina detonando cuando Borja, sujeto arrastradizo, culebrero y aventajado pelota del director de la Asesoría Martínez de Luján y Pérez de Montañaseca, llama a reunión. La áspera, impertinente y hasta ayer bigotuda secretaria Virtudes complace a Borja con una sonrisa, por las escaleras se divisa Valentín, incansable trepa, príncipe de la ignorancia y rey de los vendedores de humo. Nacho le sigue con su característica arrogancia, impoluto, luce traje del Corte Inglés y el pelo engominando a más no poder. Por fin aparece el Sr. Martínez, con su sonrisa poco creíble y con ese acercamiento a los empleados, más falso que las monedas de tres caras. A pocos pasos de él aparece Bárbara, su secretaria, conocida por los compañeros como la Capo-Cañonera, el escote a la altura del ombligo y la falda más próxima en su terminación a la cintura que a las rodillas. Los compañeros no se cortan a la hora de honrar los parabienes de Bárbara, Martínez con su característico disimulo hace una visión a lo Michael Laudrup para no levantar sospechas.
Manuel se levanta de la silla a pulso aliviado y su rostro refleja con gran clarividencia las sensaciones de hastío y desgana. Sus pasos recuerdan al hereje camino de sufrir la condena del fuego en manos de los Hermanos Inquisidores.
La cena es un monólogo del Sr. Martínez, que vuelve a contar las mismas historias de siempre, hasta llegar al chiste del puro y el tren. Los empleados celebran las historias de su jefe haciendo de tripas corazón, salvedad de Manuel con la mente puesta en una Madrugá de Viernes Santo en San Lorenzo. Valentín hace un quite providencial a sus compañeros invitando al brindis, cada comensal llena su copa, por supuesto Borja hace lo propio con la copa del Sr. Martínez. Manuel en lo suyo, no quiere que nada ni nadie rompa el embrujo del momento esperado El Señor de Sevilla llega a la Plaza al son de un coro de pajarillos que le cantan. Nacho no puede más, va a reventar con esa Bárbara que no para de mirarlo. Tras unas copas acaba la cena, Manuel soñó con una nueva Madrugá y celebra con dicha la finalización de la falsa. Comienzan los abrazos y Borja se dirige hacia Manuel (por Dios que no lo haga) y termina fundiéndose en un abrazo, no puede ser, incluso ha besado su mejilla (debe ser descendiente directo de Judas el Traidor). Manuel explota y jura sobre la estampa que lleva en el bolsillo de su chaqueta que esta será la última vez que participa de la gran mentira de la Cena de Navidad de la empresa. Borja invita al Sr. Martínez a acompañarlo a su casa y Nacho se abalanza sobre Bárbara, sorpresa, un tipo con pinta de macarra se adelanta a Nacho y toma de la mano a Bárbara. Virtudes se aproxima a Nachete, pero para el ínclito no existe aquello de: a falta de pan, buenas son tortas y con gran enfado se aleja del lugar. Valentín en cambio si hace suyo el dicho de que de noche todos los gatos son pardos y más con la torrija que lleva en lo alto y que a penas le permite distinguir lo bello de lo abstracto.

 
At 9:15 a. m., Blogger Reyes said...

Querido Eres mi Cruz, a una servidora le ocurre lo que a olivia Newton Jhon en Grease, cuando se viste de mujer se transforma, incluso llegan a no conocerme.
Probaré a ir de Húsar...

 

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