domingo, febrero 18, 2007

¿Rancios o friquis?

La Semana Santa está llenándose de friquis por todas partes. ¿Le ganarán los friquis la partida a los rancios? ¿O ambos forman parte de la misma especie capillil?
Debatamos con educación pero sin perder la guasa, por favor.
Se admite un inventario de friquis para que vayamos conociendo al personal.

sábado, febrero 03, 2007

Ya queda menos

Un amigo rancio -o un rancio amigo- nos ha enviado esta joya del barroquismo literario hispalense que transcribimos tal cual, sin tocar una coma ni una tilde. Disfrutadla y haced los elogios que consideréis oportunos.

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Ya queda menos
Novena en la Costanilla
Alberto De Faria Serrano
La espesura de las sombras tempranas de la noche hiela la capacidad de entendimiento. Bajo el recóndito cancel de la puerta de San Isidoro la verdina es reicidumbre orgánica de la memoria. Allí acudes presto a la cita con todos los que ya se fueron. El nudo de la corbata se prolonga más allá de la garganta y atenaza el paso firme hasta la ojiva. Desde la esquina del horno percibes como un año mas no te pesan las canas, ni los Viernes Santos fustrados, ni la añorable costanilla hasta la Casa de Oro. Solo te pesa el numero menguante de tu ficha de hermano; el saber que sois menos cirineos que alivien la carga del Señor.

Más cruzas bajo la estrella de David sin tropezar y te adentras en el hogar de la Casa con el mismo entusiasmo juvenil del estreno. Hace mucho más frio fuera. ¿Donde va a parar? La inigualable y confortable sensación del primer día de Novena se apodera de tu cuerpo. Te presignas ante el Sagrario y saludas a quién no ves desde hace bastante. Cuando has ocupado tu lugar en la celebración ya se ha acelerado el ritmo circulatorio. Decenas de cirios encendidos simbolizan tanto la llama de compromiso de los presentes como sobre todo la entrega y el sacrificio de los ausentes. Alumbran al otro símbolo de la vida cristiana. Presos de nuestras limitaciones los hombres caemos incluso más de tres veces en el camino de la Amargura de la vida. Podemos llegar a sentir la tentación de que alguna vez sea la definitiva. Que nuestras desolladas rodillas coagulen y cicatricen las llagas de nuestra alma y nuestra sinrazón. O estamos dispuestos a no valernos de ningún solícito Cirineo. Más son necesarios ambos; la caída y el cirineo.

Porque hay que caerse alguna vez para comprender la naturaleza del sufrimiento humano y la espléndida oportunidad de servir al prójimo tirando de sus cruces cotidianas. Cirineo naciste y en cirineo te convertirás arriba en la costanilla de tu existencia. Su corona ensangrentada mimetiza el oprobio de los que te niegan la compresión y la compasión que a cada paso te encuentras. Las llagas descarnadas de la mano en la peña endurecen tu quebranto y te revitalizan para levantarte de nuevo. Que al bajar de regreso a casa por Águilas, Abades o la Plaza de la Mina el camino prosigue. No hay nada que temer. Está tan lleno de cardos que cruelmente se incrustarán bajo la epidermis y ni la crudeza de la hiedra podrá ocultar el horizonte de tinieblas que bosqueja la calavera. De ahí que sea una Novena. Honra suma y suprema para el Señor de las Tres Caídas y la meditación de sus cirineos: No hay otro modo de alcanzar a presentir los esquejes de tulipanes y lirios, la cálida aspereza de un esparto y el tacto imborrable del ruan de una tarde de primavera por Alcaicería y por Córdoba. Ya queda menos.